Ese rostro que parecía eternamente enfurruñado y algo triste, esquivo. A los 66 años seguía siendo La Nena, la más joven de aquel célebre grupo de la gauche divine barcelonina. De obra propia parca pero excelsa, le debemos muchas cosas: así, una conmovedora correspondencia con Rosa Chacel en el exilio (Ana Maria Moix era a la sazón poco más que una adolescente); posiblemente el retrato más inteligente y más certero de Sissi, princesa de Baviera; una mítica novela generacional con, por aquel entonces, inéditas insinuaciones homoeróticas; un volumen de ensayos muy personales que dan fe de una integridad personal mayúscula; excelentes traducciones de Beckett, Cixous, Duras, entre otras muchas; un catálogo serio y exquisito en el sello Bruguera, del que cuidó como editora... Gracias.
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